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Orfelina me dijo que terminando de vender los chapaleles en el terminal iría a darse una vuelta a la casa de la esquina. Me pidió que la acompañara y aunque la idea de primeras no me fue del todo agradable terminé accediendo ante la latente posibilidad de acercarme un poco más a ella.

No es que sea un pusilánime, temeroso y enclenque niño de pecho jugando a ser hombre, pero las cosas paranormales siempre me han generado cierto resquemor.  Una especie de rechazo, de advertencia, ¡mantente alejado! me susurra algo en la mente cuando me entero de algo que escapa a las leyes mundanas y acá, la casa embrujada, lleva días siendo el comidillo del pueblo.

Culpo a mi abuela de este rechazo. Crecí con ella, tenía que hacer las tareas entre sus lecturas de Tarot, sus trabajitos amorosos y de cuando en vez uno que otro pedido especial que la dejaban cansada y demacrada. De esos le costaba reponerse y siempre terminaba ganando años y hablándome del bien y de alejarme de lo extraño, lo maligno, lo que no era obra del Señor.

Esa tarde, camino a la casa embrujada, Orfelina me tomó del brazo, ´ta helao, me dijo y se acercó a mi lado como queriendo compartir un calor corporal que me era más interno que externo, pero que de una u otra forma ella sabía que estaba ahí. Le pregunté por qué se interesaba tanto en la casa y me comentó que un equipo de televisión de Santiago le había comprado dos docenas de chapaleles y unas tortillas a cambio de información de la casa. Se enteró así, que esa noche estarían haciendo un despacho en vivo para el informativo central.

—¡Es que no te imaginai Remberto, la casa embrujá ya es tema país!

Me dijo con entusiasmo parando en seco la caminata colocando sus grandes ojos negros en los míos. Quise dejar atrás mi nerviosismo y besarla, pero no pude, me acordé de los gritos que se oyeron en el pasaje en cuya esquina se encuentra la casa embrujada. Recordé los dos gatos negros decapitados empalados en la reja de la casa. El pastor Cifuentes culpó a los metaleros de la plaza diciendo que eran ofrendas que le dejaban al demonio. Recordé mis párpados cerrados con fuerza concentrándome en dormir, recordando a mi abuela en su agonía y cómo pedía que la dejaran en paz, que la dejaran partir en paz.

Orfelina me pidió que bordeáramos la casa y entráramos a su patio trasero. Su plan era mirar de cerca, quería ver de primera mano qué pasaba en esa morada infecta y así ser la fuente principal de información en el terminal para turistas y reporteros. Nadie nos va a ver Remberto, me dijo, estarán todos pendientes de la nota televisiva en el frontis de la casa. Y en efecto así fue. Entramos al patio trasero sin mayores problemas. La suciedad y el desorden borraban todo eventual vestigio de un aparente hogar.  Al acercarnos escuchamos los gritos, los muebles sucumbir a los golpes, los estallidos de vasos, vidrios, llantos. Orfelina se apresuró a mirar por la ventana y yo tras de ella me armé de valor, lo que oímos y escuchamos nos paralizó el corazón, y nos destruyó el alma.

La señora dueña de casa yacía en el suelo, herida, sobre una mancha rojiza que crecía bajo su cuerpo. Su marido, ensimismado, descargaba con rabia una y otra vez sus puños y pies en el cuerpo inmóvil de la mujer mientras entre susurros y llantos le decía que tenía que mantener la historia de los fantasmas.

FIN

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Lilian Alvarado

Cuántas veces la humanidad actúa sólo para mantener una postura (social, política, religiosa, cualquiera), olvidando su calidad humana..? Me gustó cómo a través de una historia de suspenso, se esconde un trasfondo social real y cercano.

Ronnie Ramos

Buen cuento Ramiro; mantiene el suspenso. Me gustó la forma de presentar/describir indirectamente a los personajes.

Iván Olguín

Me gustó el paralelismo, las dinámicas son similares:

  • Nadie se quiere acercar a esos lugares.
  • Quienes se acercan corren peligro.
  • A quienes denuncian nadie les cree.
  • Las autoridades no le dan la importancia necesaria.

Otros elementos que me gustaron: el morbo es mejor movilizador que el sentido de justicia (ella) y el amor idealizado le gana al miedo (él).

Felicitaciones Ramiro!

Ramiro Oliveros D

Gracias Iván por tu comentario, los paralelismos que mencionan están, pero también el hecho de que a veces el terror está más cerca de lo que se cree y que está lejos de ser fantasmas y monstruos, saludos!!

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