Cuando se disponía a comprar el ticket de viaje, no sabía cuál sería su destino. Estaba cansado, estaba harto y solo quería sentirse como un joven y no como un hombre con responsabilidades, como todo el mundo le exigía.
– ¿Destino?
–¿Qué?
– ¿Hacia dónde te diriges, jovencito? – preguntó malhumorado el vendedor de boletos de tren en la caseta de la Estación.
– ¿Cuál es la parada más lejana?
-Puerto Montt.
– Un boleto a Puerto Montt -respondió ansioso Humberto, mientras el funcionario de ferrocarriles hacía una mueca, no entendiendo el extraño comportamiento del muchacho. Era casi la misma ansiedad que había tenido cuando vio por primera vez el rostro rojo e hinchado del pequeño Eduardo.
Luego de una hora de espera en el pasillo del Hospital, la enfermera colocó en los brazos de Humberto al pequeño niño recién nacido. El encuentro entre padre e hijo lo descolocó y unas pequeñas gotas de sudor rodaron por su frente y mejillas.
– Siempre es diferente cuando un bebé está en los brazos de sus padres. Ahora es real… –dijo la enfermera, pareciendo leer la mente del muchacho.
-…Eduardo – pronunció quejumbrosamente Humberto, mirando fijamente a su pequeño bebé, que aún continuaba inflamado y con sus ojos tan cerrados que parecían minúsculos surcos rugosos.
– ¿Así lo llamarán? ¿Eduardo? –preguntó la suegra de Humberto. Rocío no me dijo nada, solo que aún estaban buscando un nombre…Es un lindo varón…se parece mucho a ti.
Humberto casi no reaccionaba frente a las muestras de alegría de sus parientes y tampoco podía pronunciar palabra. Por un lado, sus padres y por el otro, los de esposa, Rocío, lo hicieron sentirse abrumado. Las sonrisas de todos le parecían forzadas e hicieron más incómodo ese momento, que, a esas alturas, le parecía eterno. De pronto Humberto, quebró su silencio.
-Es muy lindo – comentó, sin saber qué más decir.
– Ahora comienza la verdadera vida, hijo –aseguró Fernando, el padre de Humberto.
Fue justo en ese momento que la madre del nuevo joven papá, comenzó a llorar.
-Dios mío, todo esto es una locura, es un niño abrazando a un bebé. No debería ser así… -afirmó Elena, la madre de Humberto.
-¡Qué dices mujer!, tú hijo es un hombre, y bueno, si se puso a hacer cosas de grande, aquí tienes los resultados. Hay que asumir como hombrecito, ¿verdad? –afirmó Fernando, mirando a la familia de Rocío y apretando el hombro de Humberto, quien aún sostenía al bebé entre sus brazos. Ahora tienes que dejar de estudiar y trabajar para que pronto tengas tu casa.
– A nosotros no nos molesta que estén en nuestra casa –dijo la suegra de Humberto.
-Dame a tu niño…no lo estás sosteniendo bien. Tendrás que aprender, hijo…pero no te preocupes yo te ayudaré –dijo Elena, incorporándose y secando sus lágrimas, mientras miraba obediente a su marido.
Ahora, sentado a cientos de kilómetros de casa, en una de las butacas del tren, al lado de la ventana, Humberto veía pasar a toda velocidad, casas, árboles, arbustos, nubes, personas que, iban desapareciendo con el recorrido, y dando paso a nuevos paisajes que cambiaban y se hacían distintos a medida que se acercaba a la ciudad de Puerto Montt.
De pronto, un destello de la vida que había dejado atrás, lo hicieron sentir descompuesto.
-Voy a ser la decepción de mi familia. Dirán que soy un cobarde, pero no quiero esta vida, ya lo decidí -pensó.
Ya en la ciudad de Puerto Montt, y sin un plan claro que seguir, Humberto se dirigió al primer café que encontró en su camino para pasar el intenso frío que invadía a la ciudad que había arribado.
– ¿Por qué tan preocupado, chico guapo?, ¿qué tienes? No eres de por aquí, ¿verdad? -preguntó la dueña del café, cuando Humberto quiso tomar su orden.
– No me pasa nada señora, solo quiero comer. Por favor, un sándwich y un té. He viajado mucho y tengo mucha hambre.
– Ok, ya te traigo lo que pides, pero estoy segura que eso no es todo. Háblame, yo tengo mucha experiencia en la vida y podría aconsejarte, si quieres. Me recuerdas a mi hijo y me gustaría ayudarte – dijo la mujer sonriente.
– Bueno, pero primero quiero comer señora y después averiguar dónde dormir.
– ¡Ah! ¿Te quieres quedar aquí en la ciudad?
– Aún no lo sé. Necesito primero encontrar un trabajo.
Mientras Humberto esperaba su pedido, no pudo evitar escuchar una conversación donde un par de hombres discutían dónde conseguir un nuevo trabajador para la carretera que se estaba construyendo en el sector.
-Tal vez, deberíamos colocar un anuncio. Aquí mismo podríamos ponerlo –dijo uno de los individuos.
-Sí, le diré a la dueña que nos ayude –contestó otro.
-Perdón, no pude evitar escuchar su conversación. Yo puedo ayudarlos. Tengo algunos conocimientos en construcción y mecánica, pero lo más importante, aprendo rápido –dijo Humberto dispuesto.
– ¿Quién? ¿tú? pero pareces un niño pequeño. ¿Qué edad tienes?, ¿16…17 años? Te advierto que yo solo puedo contratar a mayores de 18.
-Tengo 19 señor, mire mi carnet…-dijo Humberto, mostrando su identificación.
-Mira qué te ves más joven, niño. Ok, mañana empezamos. Nos caíste del cielo.
-Ya ves, chico lindo, ya tienes trabajo que te servirá para tener tu dinero y ser más independiente –señaló a dueña del local, quien además no paraba de decirle a Humberto que era muy guapo.
-A ti te deben perseguir las chicas de tu edad, ¿o me equivoco?
-Pues se equivoca, señora. Y no estoy interesado en eso.
-¿Cómo que no?, ¿Qué te pasa? ¿No te gustan las mujeres?
-Pero qué dice señora, me encantan…es que…
La voz dudosa de Humberto, intrigó a la mujer.
-Dime qué tienes, yo puedo ayudarte. Los años no son por nada.
– Es que estoy casado y tengo un hijo de un año…-respondió Humberto a la mujer.
-Válgame… ¡pero niño!, ¿tú estás loco? ¿Cómo te fuiste a meter en tamaña responsabilidad a tu edad? pero lo peor de todo ¿de verdad te casaste? Ay, no…
– Sí, hace más de un año.
-Pero, ¿no tienes mamá o papá para aconsejarte?
-Mi padre me dijo que era lo que correspondía hacer y mi madre apoyó a su marido…y bueno, yo también quiero a Rocío.
-¿Tu esposa?
-Sí.
-Ya…y si la quieres tanto, ¿Qué haces aquí con esa cara como que te quieres escapar a China?
-Es que…
-Mira niño, ni siquiera me tienes que contar toda la historia. Te entiendo más de lo que crees. Es lo que le pasó a mi hermano, que lo obligaron a casarse y él no pudo con tanta prensión a tan corta edad. Tenía 17 años y un día tomó sus cosas y no volvió nunca más. Eso pasó hace 20 años atrás. Hoy su hijo tiene 21 años, y estaría orgulloso de él, pero ese es otro tema…
Lo que sí te puedo decir, es que sé lo que estás viviendo, y por lo mismo, te digo, no es necesario que te escapes para no asumir el problema. Ya tienes un hijo, y debes entender, lo será para toda su vida y tu vida. Escúchame, son los ochentas y las cosas no son tan terribles ahora. No desaparezcas para tu familia, porque los dejarás con una pena, como me dejaron a mí, a mi madre y a mis hermanos, que perdimos a Ignacio, por no saber enfrentar la verdad, que es que un niño no puede casarse obligado y asumir responsabilidades que a esa edad no entiende. Eso no quiere decir que no te preocupes por tu hijo, porque siempre lo será, pero escúchame: di lo que sientes, no abandones a tu hijo, pero haz tu vida. Tienes que ser valiente, eso te hará libre.
-Antes de irme, solo tenía claro que no quería seguir viviendo así y se lo dije en una carta a Rocío. Que necesitaba tiempo y pensar, porque dejé que todos me controlaran.
-Me parece muy bien. Debes pensar, porque es tu futuro – dijo la mujer.
Un mes después y con el poco dinero que había conseguido trabajando en la construcción, Humberto regresó a la casa de sus padres.
– ¡Ah, pero mira quien volvió…! El irresponsable de tu hijo…no te saco la cresta, porque tu mamá no me perdonaría…pero a ti ¿Qué te pasa, ah? Crees que es un chiste mandarse a cambiar dejando sola a tu mujer y a tu hijo pequeño…De verdad que te pegaría unas cachetadas para que volvieras a la realidad.
-Por favor, Fernando, no lo hagas, es nuestro hijo y está estresado. No entiendes que es un niño y no es fácil hacerse responsable de una familia…Tiene 19 años, por Dios…
-¿Y qué? Nosotros teníamos la misma edad…y ¿acaso yo te dejé sola alguna vez? Eso se llama responsabilidad, lo que no tiene este cabro de mierda…-dijo el papá de Humberto, alterado.
-Mamá, papá, quiero decirles lo que voy a hacer y es guste a quien le guste. No voy a seguir casado. Buscaré un trabajo y pagaré todo lo que haya que pagar de mi hijo, pero no quiero la responsabilidad de un matrimonio…Rocío y yo, a pesar que nos queremos, sabemos que es mejor no estar juntos…Ya habíamos conversado algo de esto, y yo, solo un día no aguanté más. No pueden obligarme a quedarme donde no quiero y soy muy infeliz. Es mi vida.
– ¿Y eso ya lo hablaste con Rocío y sus padres? –preguntó Elena.
-No, porque a pesar que Rocío también me habló de separarse, no tomábamos la decisión. Ustedes son los primeros en saber lo que haré…
-Si es verdad que Rocío quiere separarse de ti, yo ya no puedo hacer nada más…pero es muy irresponsable de parte de ustedes. Pero sí hay algo que te voy a exigir es que nunca abandones a tu hijo, bajo ninguna circunstancia. Es tu sangre y la mía, y la familia, es sagrada – dijo el padre de Humberto con el ceño fruncido.
-Hijo, tú sabes que yo siempre te apoyaré. Todo saldrá bien y debes ser feliz…pero cuídate de aquí en adelante. No vuelvas a hacer tonterías que traigan consecuencias que después no puedas enfrentar.
-Entiendo muy bien lo que me dices mamá, y eso es lo que quiero hacer de aquí en adelante. Ahora debo hablar con Rocío y sus padres y luego me quedaré aquí hasta que pueda conseguir vivir solo. No se preocupen, seré un buen padre, pero también buscaré mi felicidad, porque creo que ahora que aprendí mi lección, merezco poder vivir mi juventud de la manera que yo quiera.
FIN
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Si bien la historia está ambientada en los 90, la paternidad adolescente sigue siendo un tema en que hay que considerar tradiciones y el futuro de muchas personas. Especialmente del bebé. Creo que la historia permite abrir una necesaria conversación con los jóvenes y adolescentes.
Muchas gracias Lily por tu comentario, efectivamente es un tema que en los ochentas y noventas se daba mucho, y ahora no tanto, pero que como dices tú, es bueno conversarlo, fundamentalmente para que los jóvenes vivan su juventud y maduren primero, antes de asumir responsabilidades tan importantes que son para toda la vida. Cariños.
Periodista, admiradora de la novelista chilena, Isabel Allende, busca liberar completamente su imaginación para concretar un sueño de su niñez que es llegar a ser una buena y reconocida escritora de cuentos.
En ese camino, le interesa abordar temáticas de la vida y las relaciones amorosas de las mujeres mayores de 40 años, debido que se trata de una época clave donde ocurren muchas transformaciones y replanteamientos.
Si bien la historia está ambientada en los 90, la paternidad adolescente sigue siendo un tema en que hay que considerar tradiciones y el futuro de muchas personas. Especialmente del bebé. Creo que la historia permite abrir una necesaria conversación con los jóvenes y adolescentes.
Muchas gracias Lily por tu comentario, efectivamente es un tema que en los ochentas y noventas se daba mucho, y ahora no tanto, pero que como dices tú, es bueno conversarlo, fundamentalmente para que los jóvenes vivan su juventud y maduren primero, antes de asumir responsabilidades tan importantes que son para toda la vida. Cariños.