Declaración de la enfermera que encontró al difunto
Acababa de llegar a mi turno cuando encontré al niño muerto. Estaba botado en los pasillos del hospital sin nadie a su alrededor. Estaba desnudo de cara al techo, con los ojos fuertemente cerrados como si el mismo se hubiese forzado a no ver. Una mueca de desagrado en su cara, su piel azulada, fría y sus extremidades abiertas como formando una pequeña estrella en la mitad del pasillo. ¿El lugar exacto? A unos treinta metros de la sala común donde se encuentran las camas y las cunas, en ese pasillo estrecho y helado que va hacia la zona trasera del lavadero. En la parte vieja del hospital, donde las paredes son frías, duras y de color verde musgo, donde el cielo es alto y escasamente iluminado, aun en plena luz de día.
Era un niño recién nacido, de no más de quince centímetros, aunque sus piernas me parecieron en extremo largas y enjutas. Tenía algunos dientes.
¿Que si alguien lo dejó allí? No lo sé, pero es frecuente encontrar recién nacidos queriendo escapar de algo o de alguien en este hospital. Así es que no me pareció raro encontrarlo. ¡No! No tenía ningún rasgo de haber sido asesinado. Creo que no llevaba muerto más de diez minutos y si vuelvo a pensar en mis recuerdos de aquel día, le diría que esa mueca de desagrado en su rostro se trasformaba en ironía sutil, burla contenida, quizás hasta agrado de la muerte o algo así. ¡Claro! Aquí no hay pena ni dolor, las cosas son como son, una vez muertos, se depositan a la cesta y ya.
Declaración del ayudante de la Inspectora de policía
Puedo asegurarle que vi al niño ayer por la noche y por supuesto me sorprendió que hoy lo encontrasen muerto.
Eran como las siete de la tarde cuando llegamos a la comisaría y la inspectora se molestó de no encontrar al recién nacido en su despacho. Me dijo que la acompañase a buscarlo y honestamente no sabía de quién se trataba, ni por qué la inspectora lo tenía allí, pero frente a su petición… uno sólo acata. La seguí hasta el hospital donde lo encontramos. Estaba afuera de la cuna, colgando del pecho de su madre… ¿Que no era su madre? ¡Esa mujer lo parecía! Estaba con el niño colgando de su seno mientras lo miraba con cariño y parecía absorta en el deleite que le provocaba el amamantarlo. Tanto es así, que ni siquiera se percató de nuestra presencia, sino hasta que la inspectora la saludó con sus tacones. En ese instante, la mujer se estremeció como si hubiese visto al diablo. Soltó al niño empujándolo a la cuna y se justificó por estar alimentándolo. Dijo que el niño estaba frío y que sólo su leche lo calentaría, que era sólo una broma y que devolvería al niño antes del anochecer.
Luego vi como la madre de la criatura… perdón, aquella mujer que por lo que ahora entiendo no es su madre, una vez que hubo terminado de bañarlo con su propia leche, lo puso, al niño, dormido en la palma de su mano y lo vistió con la mochila de tiras rojas. Después lo dejó allí, no sin antes voltear a mirarlo una y otra vez. Vi los ojos de la mujer y encontré miedo en su mirada. Creo que tenía miedo a que la arrestaran o miedo a que el niño muriera. No lo sé, pero vi miedo y quizás un poco de amor también. Todo es confuso para mí en este momento.
¿Que qué pienso de la inspectora? Que camina con piernas curvilíneas y pantis medias negras y que quizás tenía algunas intenciones de quedarse con el niño.
Cuando volví a su despacho, le informé que el niño dormía abrigado en la cuna del hospital y que yo podía traérselo si ella me lo indicase. Pero no me respondió.
Declaración del guardia del hospital
Pasé anoche haciendo la ronda por la parte trasera del hospital y efectivamente vi a una mujer corriendo por los pasillos en donde encontraron al niño muerto. Llevaba una mochila roja en sus manos y parecía inquieta por algo. Estoy seguro que ella fue quién le mató.
¿Qué si vi al niño? Los pasillos en la noche no son más oscuros que en el día.
Es todo lo que vi.
Declaración de la Inspectora de Policía
Se lo digo, hace dos días encontré al niño tendido en los brazos de su madre y no tenía los ojos abiertos. Ella no lo acariciaba y no le pareció importante que se lo arrebatara de los brazos cuando me lo traje. Es más, creo que hasta me lo dio con libertad, como asumiendo su mal cuidado y su falta de preocupación. Quizás porque sentía culpa por no cuidarle y quererle.
Usted sabe, yo soy inspectora de la policía, nunca llevaría al bebé a mi casa, por eso lo dejé allí en la oficina junto a mis pertenencias, claro que con un cuidado especial; preparé su cunita, puse sábanas y colchas nuevas. Sus ojos se habían abierto y mi única intención era que viviera, que sobreviviera más bien y quizás alguien, aún podría haber sido yo, lo acogieran en adopción.
Cundo volví despúes de un día atareado de trabajo, el niño ya no estaba en mi despacho donde lo dejé. Así es que lo busqué por los pasillos hasta que lo encontré en ese hospital, en manos de la mujer que lo robó.
La mujer estaba ahogándolo con la leche que salía a chorros de sus senos y el niño estaba desnudo. Ella comentó que lo alimentaba para que no tuviera frío y luego me prometió que lo abrigaría porque, como le comento, el niño aún estaba desnudo.
A la mujer la conocí cuando llegó a mi despacho y me hablo del niño. Sus ojos la delataban, su miedo de ser encontrada. Sin embargo, un rasgo de bondad, de querer cuidar al niño, me hizo creerle. Está claro que me engañó. Ella me preguntó si yo quería al niño. Cumplo con mi deber, le dije y le ordené que lo vistiera.
No pude decir otra cosa.
Por supuesto que quería al niño, usted sabe que no pude tener hijos y … ¡Sí! quería que fuese mío. Pero entenderá que no es algo que deba confesar abiertamente. Seguro mis ojos lo dijeron frente a esa mujer.
Cuando volví a mi despacho, pensé que la mujer traería al niño arropado hasta mi oficina y lo dejaría tal cual lo dejé yo, pero no fue así, nunca más le volví a ver.
Que si está muerto, no lo sé. Que si ella lo mató, no lo sé. La leche que salía de su seno inundaba todo el lugar, salía a chorros como si fuese un grifo abierto a fuerza. El niño manoteaba y pateaba porque la leche le inundaba la cara y el cuerpo. Le asfixiaba.
Si usted me dice que el niño está muerto, créame que fue esa leche la que lo mató.
Declaración de la mujer que robó al niño de la comisaría
Yo conocía a la inspectora y sabía que la custodia del niño era falsa. Ella siempre quiso un hijo y esperó el momento preciso para apoderarse de uno. Era pequeño, recién nacido, lo vi ahí en la comisaría. Estaba sin ropa, arrugado y con sus ojos cerrados. Yo no quería robarlo, sólo lo tomé para tenderle una broma a la inspectora, una trampa, para que, al ver la ausencia del niño demostrara su real intención, su sufrimiento y confesara frente a todos que lo robó para ella.
Cuando lo vi en el despacho lo tomé. Cabía en la palma de mi mano y me lo llevé corriendo. El niño se pegó a mi mano y estaba helado. Me di cuenta de que el niño tenía mucho frío y que iba a morir. Sus arrugas me lo advertían, sus escasos movimientos, sus ojos. Por eso lo llevé al hospital. Allí le abracé y me acosté con él en esa pequeña cuna, intenté darle mi calor, porque más allá de la broma y de querer asustar a la inspectora, me dio lástima el niño y no quería que muriera. Mis brazos no le dieron calor, así es que intenté alimentarlo. El niño saltó fugaz a mi pecho y succionó, abriendo una llave que no pude cerrar.
Entonces, por miedo a ahogarle con la abundancia de mi leche lo saqué de mi pecho y lo dejé en la cuna. Fue entonces, cuando vi a la inspectora frente a mí. Vi cómo me culpaba con pena y rabia. Entendí que mi broma había ido muy lejos, aunque en ese instante sólo quería salvar al niño.
De mi pecho corría leche sin parar, salía a chorros y aunque puse mis dos manos para detener su flujo, no paraba de salir inundando por completo al niño.
Finalmente, mi pecho se cerró. El niño se calentó. Entonces lo vestí con su mochila para que no volviera a enfriarse y lo dejé acostado en la cuna del hospital.
Declaración de la madre del niño
Como fue la inspectora quien me lo arrancó de los brazos esperé que volviera a dejármelo. La policía obra con justicia y bondad pensé. Hace lo correcto. Quizás necesitaba investigar al niño, qué sé yo. Me dijo que lo llevaría y confié.
La esperé hasta la tarde, que me lo devolviera y como no lo hizo, supuse que era mejor ir a buscarlo yo misma, entonces lo encontré en el hospital. Estaba grande, había crecido mucho lejos de mí y pensé que estaba bien. Cuando lo tomé, vi en sus ojos su falta de amor, su resentimiento por dejarlo ir a la muerte. ¿La muerte es ese lugar en donde los niños se convierten en nada? …también me dijo que se sintió calentito mientras estuvo en mis brazos.
Luego saltó de la cuna y llevaba una mochila roja en su espalda. Yo intenté detenerlo, pero sólo logré desvestirle y me quedé con su mochila en las manos. El corrió por los pasillos y yo le seguía para vestirlo, pero él corría, se escondía, se escapaba, hasta que lo entendí. La inspectora tenía razón al arrancármelo de los brazos porque no me pertenecía. Ni a ella. Ni a nadie. Se pertenecía a sí mismo y a ese lugar. La muerte.
Cuando dejé de verlo y de escucharlo, volví por los pasillos estrechos hasta la cuna que lo abrigó, dejé allí su mochila y me fui
Declaración del espíritu del niño desde el mundo de la nada
Que si puedo crecer más de diez centímetros no lo sé. Que si puedo alimentarme solo, tampoco lo sé. A veces soy grande y a veces pequeño, a veces abro los ojos y otras veces olvido.
Mis manos se agarraron de su seno para succionar su pezón cuando se abrió. Por su puesto que no sentía frío, sólo estaba jugando con aquella mujer y con su grifo de leche averiado. Quería colgarme de su cuello, pero mis brazos sólo alcanzaron sus dedos.
Cuando vi venir a mi madre, la mujer que dijo era mi madre, yo no la conocí. La miré por largo rato hasta lograr recordarla, pero solo encontré un calor. Fue allí cuando me tomó en sus brazos y me dijo que entendía que no la amase, que la inspectora tenía razón y por eso iba a matarme. No comprendí lo que decía.
Yo quería jugar, así es que salté de las barandas de mi cuna y mientras caía ella tiró de mi mochila dejándome completamente desnudo.
Corrí y ella corrió, me escondí y ella me atrapó.
Fue así como desperté aquí, solo, en el mundo de la nada, desnudo y sin mochila.
Jajaj me pareció uno de esos sueños donde todo es subrealista, de esos donde una misma va tomando la forma de distintas personas, incluso la del niño de 15 cmt.
Buen relato Areli, aunque mi mente lógica hizo ¡crunch! y se refugió en un sueño jejeje 😅
Jajajaja te cuento que siiii poh . Me inspiré en un sueño Jajajaja mío. Una de esas noches en que estuve preocupada por uno de mis retoños.
El cuento efectivamente es surrealista y este estilo se parece mucho a como soñamos