Piquero en Las Torpederas
Piquero en Las Torpederas

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Playa Las Torpederas, Valparaíso 1983

—¡Salta marica!

¡Ya! Llegó el momento, es ahora o nunca, ¡esto no me la puede ganar!… ¿Pero qué pasa? ¿Por qué mis pies no se mueven? Si es un simple piquero. ¡Ah! ¿Por qué todo el resto se puede tirar y yo no? Por cosas como esta siempre soy el gil del grupo, el hijito de mamá, el pavo, el que no tiene calle… y ahora, ¿el marica? ¡Ya es suficiente!, no puedo seguir viviendo así, desde ahora la cosa cambia, con este piquero les voy a demostrar de lo que soy capaz… Pero sigo aquí, no lo entiendo, sé que quiero saltar, ¡sé que debo saltar!, pero mi cuerpo no responde y siento una brisa gélida en la espalda. ¿Qué es esto, miedo, o el presentimiento de algo peor? Es cierto que en el diario han salido noticias sobre cabros que han muerto por tirarse piqueros desde esta roca. Pero, no es para tanto, ¿O sí?…

—Buuu, ¡siempre es lo mismo con este loco!
—¡Se le hace! 

¿Y por qué siempre tengo que hacer todo lo que estos dicen?, ¿en qué momento me volví el perquin del grupo? ¿y si no quiero tirarme, qué?, ¿me van a hacer algo? Ahora que lo pienso bien, todo esto no tiene ningún sentido, siempre ando a la rastra, siguiendo a esta manga de piojentos. “Tú no eres como ellos”, dice siempre mi mamá, “ellos se la pasan en la calle y tú eres un cabro inteligente”. Quizá tiene razón, quizá estoy con la gente equivocada, quizás soy un ratón de biblioteca, como siempre me molestan los cabros. Si estuviera con mis libros, no estaría metido en este problema, paralizado, con un nudo en la guata y  una manga de giles gritándome a mis espaldas. ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué es lo que busco? ¿Tan importante es la aceptación del grupo? Si fuera así, no soy más que un completo idiota. ¡Suficiente, ya no más!…. 

 —Ya oh… si no querí no te tirí, ven pa acá… 

 —¡Pero le vamos a decir a la Mariela que no te quisiste tirar!

¡No, todo menos eso! Ya bastante me costó meterle conversa y sacarle un par de risas el otro día en el carrete. Pero, ¿por qué ellos me amenazan con eso?, ¿sabrán que me gusta?, ¿tan obvio soy? Y si ellos saben, ¿sabrá también ella?… Ella no es como el resto, tan amable, risueña y con esa mirada de inocencia. Pero siempre anda con puros pasteles. ¿Y quién soy yo? ¿El salvador que viene a rescatarla de este antro? Pero si ni siquiera puedo tirarme un tonto piquero, ¿cómo va a confiar en que puedo ofrecerle algo mejor? ¡Maldición! Estoy entre la espada y la pared. Ya es suficiente, si no lo hago por mi, lo haré por ella, esto se decide ahora. ¡Ahí te voy San Pedro!…

¿Qué pasó?, ¿por qué está todo oscuro?, ¿dónde estoy?, ¿qué estaba haciendo? ¡Uf! Mis recuerdos son borrosos… ¿Y esa luz cegadora? ¡Qué molesta, me duele la cabeza!.. ¿Y esta persona, quién es?… ¿mamá?…

—Hijo, despertaste ¡Gracias a Dios! Estábamos todos preocupados, y los médicos temían lo peor. Te pegaste en la cabeza en una roca, de seguro no recuerdas nada, pero tranquilo, todo va a estar bien… mira, una amiga tuya ha estado viniendo a verte. 

Mariela…   

***

«Dedicado a todas las madres que perdieron un hijo en Las Torpederas.»

FIN

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Carmen

Oye que acción! Me gusto su monólogo…bien armado y un final tranqui.o y amoroso…sigue publicando!!

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