Como cada viernes en la noche, iba con Martín a la casa de Sofía para ponernos al día, tomarnos unos tragos y disfrutar de nuestro juego predilecto: el cadáver exquisito, un juego que idearon los artistas del dadaísmo para la creación en grupo, donde uno de los participantes comienza un dibujo o un texto en un papel y lo dobla de manera que el siguiente sólo vea el final del mismo (unas líneas o unas palabras), para continuarlo sin saber lo que hay antes. El resultado es sorprendente. Habíamos logrado trabajos muy originales, e incluso, algunos de bastante calidad con este sistema. Sofía alucinaba con la belle époque y admiraba a muchos artistas de esa generación, especialmente a Marcel Duchamp, con quien parecía tener una verdadera obsesión. ¡Tenía tanta información de esa época, que era como si hubiese vivido ahí! Es verdad que su familia era de origen francés, pero hace dos o tres generaciones que se habían radicado en Chile y, hasta donde yo sé, Sofía había viajado solamente una vez a Europa. Lo enfocada que era en esa área, me impresionaba.
Además de admirarla, debo reconocer que estaba enamorado de ella desde hacía mucho tiempo, pero para Sofía yo era “un excelente amigo y nada más”, como me dijo en alguna oportunidad, así es que me resigné a tener mis amoríos por otros lados, y esperar con ansias cada viernes para disfrutar de su compañía.
—¿Sabían que Duchamp pintó dos versiones de “Desnudo bajando la escalera”? —, preguntó animadamente Sofía mientras dibujaba lo que parecía ser una aleta de delfín y unas llamas en el trozo de papel que le correspondía.
—¿Esa es la obra que decían que era como un plagio de Eadweard Muybridge? —, pregunté.
—Exactamente. Pero Duchamp dijo que él jamás había visto esa obra, y la verdad, yo le creo—, afirmó convencida Sofía.
—Eeeeellllla… siempre defendiendo a su Marcel —, espetó en tono de broma Martín.
—¡Es que me encantaaaaa! —, respondió alegremente, haciendo un brindis por el artista y su obra.
Yo sospechaba que cuando terminábamos nuestra noche de juegos y borrachera, Sofía salía a encontrarse con alguien, pero nunca lo había reconocido, y eso era lo que más me intrigaba. “¿Quién será ese tipo? ¡Algo raro debe tener para no querer presentarlo! ¿Será casado?”, especulaba, así es que urdí un plan para descubrir en qué andaba mi adorada Sofía.
—Sofi, me siento pésimo… creo que tomé demasiado vino. Me duele la cabeza, estoy mareado y tengo ganas de vomitar —, dije con la lengua traposa. —¿Me puedo acostar un rato?
—¡Claro! Justo hoy ordené la pieza de invitados, así es que ocúpala. No hay problema —, me contestó mientras recogía los vasos y los llevaba a la cocina.
Martín se despidió de nosotros y se fue. Yo me fui a acostar con la intención de hacerme el dormido para ver qué hacía Sofía cuando nosotros nos íbamos. La semana pasada se me había quedado un suéter, y cuando lo volví a buscar apenas unos minutos después, Sofía ya no estaba. Nadie abrió la puerta, y la verdad, es que no creo que se haya quedado dormida profundamente tan rápido. Además, no era la primera vez que pasaba, así es que la intriga pudo más y decidí averiguar en qué anda.
—Buenas noches, Álex —, se despidió amablemente.
—¿Ya te vas a acostar?
—Sí
—Que descanses Sofi —, le dije mientras apagaba la luz.
En cuanto cerró la puerta, activé todos mis sentidos para escuchar si efectivamente se iba a la cama. Sentí que fue a su dormitorio. “Ah, es verdad que se fue a la dormir”, pensé aliviado, y me sentí un poco mal por haber pensado que nos mentía cuando le preguntábamos si después se iba a un carrete o algo así. Volví a la cama, y cerré los ojos con una sonrisa dibujada en mi rostro, pero de pronto escuché que Sofía volvía hacia el living. ¿Iría a alguna parte? Abrí discretamente la puerta, lo suficiente para ver que tomaba el canasto donde solíamos dejar nuestros cadáveres exquisitos, y se sentaba en la alfombra con un espejo hexagonal, haciendo alguna especie de rito. No logré descifrar lo que decía, solo pude identificar la palabra París, y de un momento a otro, Sofía desapareció. ¡No lo podía creer! Es como si se la hubiese tragado la tierra. Salí a toda prisa para ver qué había pasado. La busqué por todas partes. Su departamento no es muy grande, así es que no tardé mucho en recorrerlo por completo para confirmar que ahí no estaba. Me acerqué a la puerta pensando que quizás había salido en un parpadeo y que, a lo mejor, los vinos que me había tomado me estaban jugado una mala pasada, pero era imposible. La puerta estaba cerrada con pestillo por dentro.
Mi cabeza daba vueltas y vueltas. ¿Qué pasó aquí? Me senté en el suelo, donde ella había estado unos minutos antes y revisé los papeles. No cabía duda de que eran los de nuestros juegos. Luego miré el espejo y lo que vi ahí me dejó perplejo. Sofía estaba en la famosa Place du Tertre en Montmartre. ¿Cómo es posible? Me puse a llamarla a gritos, pero ella no me escuchaba, aunque yo podía oír en forma nítida lo que allá pasaba. La vi conversando animadamente en un café con tres hombres. Uno se parecía a Dalí, el otro no lo reconocí, y el tercero era igual a Duchamp. ¿Quiénes eran estos tipos? Me quedé observando un poco más y vi cuando Sofía se paraba con el que se parecía a Duchamp y salían de la mano a caminar por la bohemia parisina. Lo curioso es que parecía una película antigua. Las calles eran de tierra y adoquines, no se veían autos, aunque sí varias carrozas tiradas por caballos. “Marcel, mi amor, hoy me tengo que ir más temprano. Mi amigo Álex se quedó en mi casa esta noche”, le dijo Sofi. ¿Marcel? ¿Marcel Duchamp? No es posible. ¡El murió hace más de 50 años! “¿Cómo que se quedó un hombre en tu casa?”, le recriminó el tipo. “Mi amado y admirado Marcel Duchamp ¿estás celoso? No te preocupes, Álex es una muy buena persona, pero no significa nada para mí. Nos divertimos en compañía de otros amigos, pero jamás me fijaría en él. Es inmaduro, egocéntrico y se cree más inteligente de lo que realmente es”.
Mientras escuchaba a Sofía hablar así de mí, sentía como se me trizaba el corazón en mil pedazos. Me puse a llorar como un niño, y después de unos minutos una ola de furia se apoderó de mí. Rompí todos los papeles, agarré a patadas los cojines y tiré al piso todos los objetos franceses que tenía en la mesa de centro. Una miniatura de la Torre Eiffel cayó sobre el espejo y lo trizó, dejando la imagen pixelada, como cuando se va la señal del televisor. Trataba de ver que estaba pasando, pero solo lograba oír unos gritos desesperados “¡no puedo pasar! Algo le pasó al espejo”. “Vuelve acá. ¡Quédate conmigo!”, le decía Duchamp, y luego de eso, escuché que ella le respondía con verdadero pánico en su voz “no puedo…estoy atrapada”, mientras lloraba de miedo.
Di vueltas el departamento buscando algo que me ayudara a reparar la triza dura del espejo. Le puse unas gotas de un pegamento que en su envase prometía arreglar todo tipo de superficies, y lo único que logré, fue ver a Sofía con una expresión aterrada en su rostro, alargando sus manos en una imagen estática, como un deprimente cuadro de una mujer espantada pidiendo ayuda eternamente.
Me gustó mucho el relato… es creativo y dinámico… bien pajaron Alex… la tremenda enbarrada… Muy bueno… Solo un detalle que espero no te moleste, encontré un error de redacción, sobra o falta una palabra: “Ah, es verdad que se fue a la dormir”… Felicitaciones…
Muchas gracias por tu comentario y por tu observación! En la corrección final se me pasó ese “la”… Me alegro que te haya gustado el relato!
La magia del manejo del tiempo a través de la escritura es un acto de libertad…tu cuento sin duda un relato dinámico donde el manejo del tiempo se transforma en una jaula que subyace a la sombra de un cadáver exquisito, 👏🏻👏🏻👏🏻 …. Bravo Verónica … entretenido de principio a fin, vamos por más cuentos… 🤓 …
Que lindo comentario! Me encanta que te guste! Mil gracias!!
Súper buen relato!!! Intrigante de principio a fin! Ganas de tener ese espejo tipo portal del tiempo 😂 Felicitaciones Verónica
Que bueno que te gustó!! Mil gracias por tu comentario! (También quiero un espejo así!)
Que buen relato….entretenido todo el tiempo
Que bueno que te gustó! Gracias por tu comentario!
Me encantan tus cuentos Verónica, sigue entreteniéndonos por favor!
Que lindo comentario! Mil gracias!
Muy entretenido! Mantuvo toda mi atención hasta el final.
Muchas gracias por tu comentario! Me alegro que te haya gustado!